Diario B: «Las largas horas de la noche»!

Drifting away. La locura no es definitivamente mala porque vives en ella. La intución de la locura es el viaje al terror. Notas como todo lo conocido -personas y cosas se van descolgando- incluso quienes estubieron presentes siempre desde que recuerdas ya no están. Es la magia negra. La maldición. El grupo lo nota y comienza las estrategias de la disolución. Conversaciones a las que no perteneces, reuniones en las que eres un fantasma, los cercanos cambiándose de bando. La impotencia del último se que te quieres. El paso siguiente no se debería dar. Nadie debería darlo. No son los juegos del hambre, son, mucho peores, los juegos de la soledad, la marginación. El teléfono ya no suena -de pronto-, los mensajes dejan de llegar -de pronto- y lo que parecía tierra firme es -de pronto- un terreno que cambia de bando. Y entonces la locura es -ya- solo una oración para poder dormir. Las benditas pastillas, hacer del día noche acompañada y de la noche, sueño temeroso y asustadizo. No es soledad de sentirte sólo es soledad de la cruz en la solapa y, saber que estás marcado, que tarde o temprano vendrán por tí y, mientras tanto, esa seguridad total de exclusión. La conjura de los necios… tiempo sutil de polvo donde las brujas van preparando su aquelarre al demonio de los demonios, el de los cuartos traseros como lo del caballo, el macho cabrío. Todo está perdido. Dicen que morir no es una opción. Que sufrir es un imperativo. Será.