El Guardián: Capítulo XVI

 

E l Café Comercial está a unos 20 minutos a pie desde la comisaría de la calle Luna. Durante el camino, el comisario abandonó el tema del cliente de Nacho y se limitó a hacerle preguntas personales que tenían mucho más de un aparente interés paternal que de interrogatorio. Pretendía tranquilizar a Nacho porque sabía que en ocasiones un testigo tranquilo podía ser un testigo más útil.  Seguía teniendo dudas profesionales sobre Nacho, pero algo en su instinto le decía que quizá aquel chaval pudiera ofrecerle algo distinto que un culpable.

– La pareja del señor Méndez es un alto cargo de la Administración. – Dijo finalmente ya en el café volviendo al tema de la investigación.

– Me sigue resultando raro pensar que Miguel tuviera pareja.

– No vivían juntos. Eran una pareja bastante extraña, pero se conocían desde hace más de 20 años.

– ¿Quién es? – dijo Nacho-, a lo mejor le conozco.

– ¿Cómo cliente?

Nacho afirmó con la cabeza, sintiéndose cómodo entre las conversaciones anónimas de las mesas del café. Un murmullo se elevaba entre los espejos de las paredes y las mesas de nogal cubiertas de mármoles negros con vetas blancas que hacían difícil reconocer si el camarero había pasado la bayeta o, sencillamente, se había limitado a recoger, en su urgencia, las tazas o vasos del cliente anterior.

– Es el director de la Biblioteca Nacional, pero vive en El Escorial. Se llama Bernal Guzmán Luna. Aristócrata por todos lados parece, pero debe de ser a través de líneas poco claras, porque no ni se relación con los Grandes de aquí ni ellos le conocen demasiado.  Se mueve por la política y tiene, al parecer méritos para estar donde está. Cosa más bien rara que normal, la verdad.

– ¿Cómo es?

– ¿Físicamente?

Nacho asintió de nuevo.

– Tiene el pelo blanco, 59 años y un porte de aristócrata. Es del PP, pero el PSOE no ha encontrado nadie mejor para sustituirle sin provocar un escándalo político… tiene prestigio dentro y fuera de España en su profesión.

– No le conozco, pero podría conocerle.

– ¿Qué quieres decir? Preguntó el comisario sorprendido por que en el la voz de Nacho notó, por primera vez, un tono de disgusto.

– No es cliente mío. Pero se a quien se refiere. Yo le he dicho que no… pero no por falta de insistencia.

– ¿Le has dicho que no? ¿Por qué?… No sabía que un chapero de Almirante se dedicara a rechazar clientes.

– Hay ciertas historias que a mí no me van. De todas formas… lo de ser pareja de Miguel… sería una pareja formal, pero desde luego no una pareja real.

El comisario estaba perplejo, de pronto, por lo que Nacho le contaba y, sobre todo, por el tono que usaba. Tenía un pez gordo del PP con un cargo bajo el gobierno socialista que se dedicaba a perseguir a chaperos que le decían que no y que, además estaba liado con uno de los anticuarios más famosos de Madrid que acababa, para cerrar el círculo de lo que un policía de raza intuye como una investigación endiablado, además, de ser asesinado.

Entre el policía y Nacho empezó a tejerse una pequeña red de complicidad reforzada por el ambiente cálido del café. Por un lado, Nacho le habló de los “sencillos” gustos de su cliente y el comisario se sinceró con él reconociendo que no había ni una sola indicación de los posibles móviles del asesinato. Era evidente que la el anticuario conocía a su homicida porque le había franqueado la puerta. Por otro, estaba claro que el robo no había sido el motivo, ya que la casa estaba llena de objetos valiosísimos y, según las primeras declaraciones de testigos amigos del difunto, muchos de ellos anticuarios que conocían bien una de las colecciones más exquisitas de Madrid –“de España” le había dicho uno-, confirmaban que no faltaba ninguna de las piezas principales. Los ojos del comisario estaban perdidos analizando datos que no llevaban a ningún lado, cuando Nacho, de pronto, cedió a su instinto, intuyendo que lo que iba a decir le traería problemas, pero no por el hombre que tenía enfrente cavilando, sino por la presencia del tal Bernal.

– Hay algo que no le he contado. Dejó caer haciendo que el Comisario le mirara de pronto con curiosidad y un poco de enfado decepcionado. “Tu dirás”, dejó caer seco, y Nacho, sencillamente le explicó la historia de la hoja de cedro.

– Como pista me parece un poco traída por los pelos la verdad. De todas formas, es mejor que me la pases… podría hacerla analizar. Llámeme mañana y enviaré a que la recojan.

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