Obligando-me: Crítica a «Es sólo el fin del Mundo», Xavier Dolan

11:32. Me levanté a las 8:30 con el aliento gélido -casi olvidado- de la depresión sobre la nuca. Este peso de la vida, del cuerpo, de cada instante, de cada movimiento, acción o pensamiento que no sea paranoya. Arranqué, como siempre, aprentando la tecla para despertar a «Ortega», mi ordenador. El zumbido de su respiración, se ha convertido en el ruido que apaga los silencios de las mañanas. En ese momento me llegaron dos fotos de «X» en su paseo acompañando al sol enrojecido, sobre el mar y tras las ramas de la Tossa más bella. A lo lejos, dos barcas, en un zoom, la barca de pescar «Y» un amigo grade surcando el amanecer. No doy nombres por discrección. Y esta es la crónica de una crítica fracasada de una bellisima película.

Llevo días queriendo escribir una crítica de «Juste a la fin du monde» -Es sólo el fin del mundo- de Xavier Dollan. Necesité escribirla en el segundo mismo en el que sonó la útima frase y comenzaron los créditos. Impresionado. Conmovido. ¿Conmocionado? Era una película que me había tocado por demasiadas heridas, por demasiadas cosas aprendidas en el dolor, por esa plasmación de esa necesidad que tenemos los seres humanos para intentar cambiar las cosas. Séneca era «español» pero a veces me incomoda esta ausencia de la sabiduría estoica que tanto abunda en mi país.

Juste a la fin du monde, me venía recomendada por «Z», -esto de no poder decir los nombres es tortura sobre el torturado, la negación de lo que soy y he decidido ser: público por gratitud- y «Z» es opinión canónica aunque no coincida con ella en muchas ocasiones. Lo importante es tener criterio, pero -afortunadamente- hay criterios diversos, fértiles, precisamente, en esa diversidad. «Tienes que verla, tienes que verla. A «J» no le gustó, no lo entiendo.»

¿Alguien sigue leyendo? Se me hace inverosimil… sigo escribiendo, supongo, para nadie. «Hola nadie, algo nos une».

No puedo. Es como arrastrar una bola de piedra montaña arriba…. ¿donde está esa sensacion de livianidad que es para mí el escribir, ese remar arrastrado por la corriente?

«Sólo es el fin del mundo» es una película basada en una obra de teatro de Jean-Luc Lagarce  (14 February 1957 – 30 September 1995), que narra la historia de un jóven escritor de teatro que tras 10 años sin contactar a su familia -salvo por un ritual de postales en señalados momentos-, regresa para comunicarles que su muerte está cercana.

Born in Héricourt, Haute-Saône,[2] he was educated at the Université de Besançon.[2] He was a cofounder of the Théâtre de La Roulotte in 1978,[1] directing productions of playwrights such as Pierre de Marivaux, Eugène Marin Labiche and Eugène Ionesco before beginning to stage his own plays.[1] Some of his early plays were criticized as derivative of Ionesco or Samuel Beckett.[2] Although some of his plays were published by Théâtre Ouvert or recorded as radio dramas, only a few of them were ever staged during his lifetime.[1]

Aunque algunos de sus obras de teatro fueron publicadas por el Théâtre Ouverte, o grabadas como dramas radiofónicos, sólo algunos de ellos fueron representados antes de su muerte.

Publishing 25 plays during his lifetime,[1] he died of AIDS in 1995.[1] He also published a volume of short stories, wrote an opera libretto and a film screenplay, and cofounded the publishing company Les Solitaires intempestifs.[3] He was rediscovered by critics after his death,[1] becoming more widely recognized as one of the most important modern French playwrights.[2]

Publicó 25 obras de teatro, murió de Sida en 1995. Publicó, también, un libro de relatos breves, escribió un libreto para una ópera, y co-fundó la editorial «Los solitarios intempestivos». Fue redescubierto por la crítica tras su muerte, conviertiendose de forma generalizada en un uno de los más importantes escritores dramáticos franceses.

In 2015, film director Xavier Dolan adapted Lagarce’s Juste la fin du monde into the film It’s Only the End of the World,[4] which won the Grand Prix and the Ecumenical Jury Prize at the 2016 Cannes Film Festival.[5]

La película, y el propio Dolan, son exigentes en extremo con la atención del espectador. Todo es una meta-lectura entre líneas. En gran medida, «Sólo es el fin del mundo» es en gran medida, eso, una lección sobre la necesidad de prestar atención al subtexto. Me explico con un ejemplo de la vida contidiana de cualqueira -hemos quedado en que nadie- que lea esta crítica-cosa… Estamos en un cafe y una pareja discute a nuestro lado, él irritado le dice que «me podías haber dicho que el cafe estaba hirviendo», naturalmente ella no contesta a las palabras, sino a la irritación, defendiendose con agresividad. Ese es el subtesto -en parte- no lo que se dice, sino lo que contiene lo que se dice y lo que no se dice al decir lo que sí se dice: «Ayer estabas ya dormida cuando llegue agotado y triste a casa». ESE es el subtexto. Y eso Dolan lo trata explícitamente e implicitamente en practiamente cada escena y cada diálogo o monólogo de la película. De hecho -ojo spoiler- es una de las dos frases «climax» de la película.

Pues eso, tras un comienzo de subtexto brutal… está una de las pocas escenas de verda que veremos: la alegría de ver al hijo, hermano, cuñado… en la primera mirada. La escena es la más brillante, radiante y -casi- la más hermosa de lo que veremos. Y la única.

A partir de ahi, sabiendo que el protagonista ha venido a «decir algo» -como un esperando a Godot- todo se convierte en «ruido» familiar y humano.

Continuará… no puedo seguir. Una vez más, me rindo. Lo siento.